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jueves, 3 de noviembre de 2011

Y es así, como la vida de ella depende completamente de la de él...

Él es un experto. Sabe cómo y cuando mirarla, para hacerla sonrojar. Sabe de qué manera sonreír, para contagiarla de felicidad. Sabe también cómo hablar, qué decir, para hacerla sentir que siempre estará ahí. Sabe cuándo la debe besar, y como, para hacerle olvidar que existe más mundo que él. Y mientras ella, se resigna a disfrutar, a sonrojar cuando él la mira, a sonreír cuando él también; a sentirse protegida entre sus brazos, a temer perderle; a dejarse llevar por esos labios juguetones, que la tienen de presa enamorada.
Y es que ya es un efecto dominó. Si él es feliz, ella también. Si está triste, apagado; ella siente vacío por dentro, y sensación de culpabilidad. Sabe que no podría vivir sin él, que solo de pensarlo vuelve la agonía. Por que se pasó media vida buscándole, a esa persona que le hiciera tener ganas de ir a clase los lunes, de que pasen rápido las tardes de entre semana. Que le hiciera sentir que no hay nada semejante a sus besos, que le hiciera ver que un momento junto a él es el regalo más grande que le podrían hacer.

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