Seguidores (:

jueves, 8 de septiembre de 2011

Bye bye, summer.

Y todo transcurría así, entre meriendas de fruta y baños de sol, siestas a la sombra y zambullidas en alguna playa. Hasta que, una tarde a finales de agosto, la luz cambiaba. Hinchados nubarrones morados aparecían en el horizonte y, gruñendo y tronando, iban ascendiendo para diputarse el cielo sobre nuestras cabezas. Se empujaban y retorcían hasta que, tras su siniestra capa, desaparecía todo rastro de color celeste. Entonces, una oscuridad antinatural caía sobre el valle, un velo oscuro que borraba los colores y aplanaba los perfiles. La playa, calurosa e invitante, de repente se volvía hostil, gris, fría, lamida por un mar amenazador. Desvanecidas las olas esmeralda, el agua reflejaba el humor de cielo y se oscurecía, tan densa como el metal fundido, inmóvil, como si estuviera en trágica espera bajo el cielo plomizo, rebosante de lluvia. El primer temporal. A él, inevitablemente, seguían otros, cada vez más violentos, tenaces, decididos a barrer el aire tostado del verano para que en su lugar soplara la punzante brisa de septiembre. Cuando la columnita de mercurio, extenuada, bajaba y bajaba hasta marcar los trece, los once grados, los truenos callaban por fin y volvía el sol. Pero no era el mismo sol de los juegos en la playa. Tímido, distraído, irreconocible, ahora se quedaba a lo lejos del horizonte y parecía estar yendo a otra parte. Y entonces, cuando los granos de arena desaparecían de las camas de los niños, llegaba definitivamente el fin del verano.


Fragmento del libro: "Flox de los colores" de la saga Fairy Oak.

1 comentario: